Lujo, locura y bruxismo

Posted on 21 marzo, 2013

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Cuando a uno le encargan que adapte al cine ‘Anna Karenina’ tiene dos opciones:

Opción 1: Dedicar miles de horas a convertir semejante novelón (palabra prohibida: ladrillo) en un guión comprensible y filmable, algo como de James Ivory, que se plante en las tres horas de duración y esconda la necesidad imperiosa de condensar la historia tras una ambientación hiperminuciosa, digna de cualquier museo de artes decorativas.

Opción 2: Liarse la manta a la cabeza y buscar una aproximación “diferente” del texto, tratándolo como un clásico tan resistente que puede ser maleado, a la manera de una obra de Shakespeare, hasta el infinito. Anna Karenina en el espacio, Anna Karenina es un hombre, o Anna Karenina contra Godzilla. Jugárselo todo a una carta e intentar que esa carta, si no es un as, que al menos no sea la sota de bastos.

Joe Wright, como es una persona práctica y discreta, opta por la opción 3, que es una mezcla imposible de la 1 y la 2. Y de la 4, la 5 y la 6. Me lo imagino diciendo “¡todo, lo quiero todo!”, mientras los productores hacen los números tras no dar crédito a lo que han visto en las anotaciones al márgen del guión. Guión escrito por, cómo no, Tom Stoppard, otro que tampoco deja nunca su huella. Ay, estos divos, cómo son…

-Tom, aquí pone que la escena de las carreras de caballos tiene lugar en el teatro. Debe de ser un error.

-No, no lo es

-Ah

Y así todo.

Quiero un vals que parezca una pieza de Louise Lecavalier. Quiero una casa de muñecas gigante. Quiero que se note que las perlas son falsas. Quiero a Ruth Wilson y a la hija mayor de ‘Downton Abbey’. Y purpurina. ¿Tenemos cañones de nieve? ¿Cuántos? No, no son suficientes, necesito más. ¿Es cierto que Keira está trabajando con un profesor de interpretación para aprender a controlar sus mohines y aspavientos? No no no, que saquen a ese tipo de aquí. Quiero que la mandíbula de mi Anna Karenina esté fuera de control. Quiero lujo y quiero bruxismo. ¿Tebemos ya los caballos que pedí? Sí, sí, es EN EL TEATRO, los caballos van EN EL TEATRO, creo que lo dejé claro en su momento.

Los caballos y el vals. Y la escena final. Todo en el teatro. Más allá de la metáfora facilona  del “todo es una gran farsa”, Wright mete a Tolstoi en un escenario fijo pero mutante,  que lo mismo tira de trampantojos naïf para simular escenarios que se pule una millonada en efectos digitales para meter una carrera de caballos (“¡la puta carrera de caballos!” en palabras del productor) en el escenario. Joe Wright no se apea en ningún momento de Su Visión y de Su Anna Karenina. Su, su, su. Yo, yo, yo. Más, más, más.

-Joe, me he visto en ese primer plano y creo que salgo con cara de loca. Demasiado.

-Yo te veo divina, Keira. Sigue así, ése es el tono.

-Ah

Keira. Oh, Keira. Magnífica modelo pero tan limitada como actriz. Intentando defender un personaje mítico y a la vez, bastante ridículo. Porque, no nos engañemos, pero la adúltera de Tolstoi más que compleja es resbaladiza. Ridícula, histérica, paródica, icónica y todos los adjetivos esdrújulos que se os ocurran. Anna Karenina es todo eso. Y machista y feminista y revolucionariamente adulta y grotescamente infantil. Sacarla de las páginas y ponerla en la pantalla será siempre cuestionable. Así que, ya puestos, que lo haga Keira, que además le quedan de coña los Chanel y los Dior. Y hasta el chándal en ‘Quiero ser como Beckham’.

-Joe, que dicen los productores que esto no hay quien lo estrene, que nos vamos a pegar un hostión en taquilla y que los de los Oscar están a punto de quitarle la licencia de actriz a Keira.

-Dile a esa gente, a TODA esa gente, que esto es ARTE y ellos unos CAZURROS. Y ponme con Keira, anda, que la chica cuando oye esas cosas se pone de los nervios y luego nos viene al rodaje con cortes en los antebrazos y unas bolsas en los ojos de flipar.

-Vale Joe, lo que tu digas.

Y así todo.

‘Anna Karenina’ parece dirigida por Lars Von Trier, Baz Luhrman, Julie Taymor, Greenaway y John Galliano a la vez. Sólo le falta una escena de sexo explícito y un momento musical incoherente, a lo ‘Moulin Rouge’ para ser, no ya redonda, sino esférica. Y recubierta de espejos, cual bola discotequera. Burn baby, burn, Anna.

Joe Wright es famoso por habérselo pasado todo por el forro ya un par de veces. Sobre todo una, en ‘Expiación’ (película que a mí, pese a todo, me sigue pareciendo brillante), cuando decide darle protagonismo en el filme a uno de los planos secuencia más espectaculares y maximalistas que se recuerdan. Tan sobredimensionado como prescindible. Una demostración, no tanto de lo que el director puede y sabe hacer (y muy bien) sino de lo que QUIERE hacer. Un plano en el que, por cierto, también había caballos. De hecho había de todo. Mientras Wright esté en activo, Fangoria y Roberto Cavalli no estarán solos reivindicando el “más es más”.

-Es muy interesante el acercamiento a ‘Anna Karenina’ que usted propone, señor Wright.

-Me alegro de que le guste, señor productor. ¿Qué le ha parecido la idea del teatro?

-Muy astuta, muy astuta. Convertir la historia en un relato intimista nos permite rebajar mucho el prespuesto de la película, eso me gusta.

-Bueno, ejem, mmmm… no es EXACTAMENTE así… Cuando digo que los caballos están en el teatro, me refiero a DENTRO del treatro, físicamente dentro.

-Ah

Aún no sé si ‘Anna Karenina’ me ha gustado o no. Lo que sí sé es que esta película es de todo menos mediocre. Y eso siempre es bueno. Si revitaliza o destroza un clásico tampoco lo tengo claro. Pero es evidente que, haga lo que haga, lo hace a tope. Más es más.

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