No vale nada, maricón

Posted on 17 marzo, 2013

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Lo peor no es que una película no sea tan mala como pensabas, sino que pensaras que iba a ser mala y resulte ser peor, mucho peor. Y lo peor de lo peor es que lo descubras en la sala del cine, posiblemente después de que todo el mundo (y Carlos Boyero) te lo hayan advertido por enésima vez.

Ahora no te quejes. Jódete.

‘Los Amantes Pasajeros’ es basura. Lo sabías. Y antes de saberlo, lo intuías.

De cualquier manera, yo llevo bastante bien lo de sentirme obligado no sólo a ver todas las películas de Pedro Almodóvar, sino a hacerlo en el cine y nada más estrenarse. Es una mezcla de tradición humillante, culpa cristiana y compromiso con la cultura española y la industria del cine. Esto último no lo digo irónicamente: pocas personas han hecho tanto (de hecho, han hecho ALGO) por el reconocimiento y la visibilidad internacional de la cultura española como Almodóvar. Otra cosa es si eso podría haberse hecho con más talento o con menos travestis, pero esa es otra discusión y si quieres entrar en ella, asegúrate de estar al nivel del manchego. Podrá gustarte o no el tipo de películas o la imagen que él pasea por el mundo, pero lo que no podrás negar es que Almodóvar consta, que es importante, que es ALGUIEN.

Esto no quita para que su cine haya entrado en barrena hace mucho. Muchísimo. No levanta cabeza desde ‘Volver’. Y ése no fue un filme que culminase una serie de grandes películas, sino un momento puntual tras años estrenando bobadas con ínfulas, promocionadas a muerte y después convenientemente dejadas de lado para preparar el siguiente lanzamiento. Porque en lo que Pe(eeeeeeee)dro es experto es en eso, en lanzamientos. Sus películas empienzan a estrenarse en el momento en el que él comunica que está escribiendo el guión. Otra cosa no sabrá el tipo, pero promocionar y vender su trabajo…

Ése supongo que es uno de los motivos por los que año tras año, película tras película, mierda tras mierda, “no vuelvo a ver una peli suya” tras “no vuelvo a ver una peli suya” sigo peregrinando religiosamente al cine a ver “la nueva de Almodóvar”. Yo y media España. Luego le ponemos a parir (o no), pero ya hemos pagado nuestra entrada. Y eso, al fin y al cabo, es lo único que importa.

Y ahora, al tema: Los Amantes Pasajeros.

Me fascina (y me apena) el nivel de sumisión y miedo que transmiten algunas de las críticas que leo de esta película. Con contadas excepciones (siendo la de Boyero la más escandalosa, pero también por lo esperada, la más entrañablemente inofensiva), los críticos buscan y rebuscan recursos y escondites dialécticos para defenderla, y donde sólo hay caspa y mal gusto ellos dicen ver frescura y desinhibición. Dicen que la película es “gamberra”, “desprejuiciada” o “deliciosamente intrascendente”, cuando lo que parece que quieren decir es “mala”, “mala” y “mala”. O eso es lo que yo quiero que digan, o lo que me parecería lógico. Porque, y esto me atrevo a asegurarlo, si quien fimase ‘Los Amantes Pasajeros’ no fuese el sagrado (¿temido?) Pedro Almodóvar, pondrían la película a caer de un burro. Poderlo hacer tranquilamente aquí es una de las ventajas de no constar como opinador oficial cinematográfico.

Jugar con la confusión entre “una llamada” y “una mamada” no es ni fresco ni desinhibido ni gamberro. Es caduco. Es casposo. Es ridículo. Es vergonzoso. Es una puta mierda. Y las coletillas del tipo “quita maricón”, “oye maricón” y equivalentes no son modernas, ni “deliciosamente intrascententes”. Son casposas. Son ridículas. Son vergonzosas. Son una puta mierda.

Nadie me convencerá nunca de que Pedro Almodóvar no es un buen director de cine. Otra cosa no, pero ‘La Piel Que Habito’ o ‘Los Abrazos Rotos’ están de todo menos mal dirigidas. ¿Cuál es entonces su problema? El mismo que el de ‘Los Amantes Pasajeros’: su guion es un despropósito, un desastre. No hay por donde cogerlo. Y no había ningún productor presente cuando tocaba opinar sobre él. Así que la cosa siguió adelante, sin que nadie le dijese a Mister Almodóvar que lo que se disponía a rodar era tan coherente como un semáforo en un cuadro de Velázquez.

En el caso de, por ejemplo, ‘La piel que habito’ estos fallos pueden llegar a camuflarse bajo una estética intensa, un fondo de extremo dramatismo y muchas referencias e influencias (de tercera o cuarta mano, eso sí). Es un truco barato, pero puede colar. Pero en una comedia de bajo presupuesto y sin apenas localizaciones (y las que hay, sobran) como ‘Los Amantes Pasajeros’, si los diálogos no funcionan, no funciona nada. Si el guión es absurdo, la película lo será. Si los personajes sólo dicen chorradas, el resultado final será una enorme y grotesca chorrada. Una idiotez.

Capítulo aparte merece ese argumento que viene a decir que ‘Los Amantes Pasajeros’ “no es que sea muy mala, es que es muy gay”. Madre mía. ¿Que significa eso? No termino de entenderlo bien. ¿Que existe un cine homo y un cine hetero? ¿Que los baremos de calidad del primero son distintos (¡inferiores!) que los del segundo? ¿Que hay que ser maricón para que “maricón” te resulte la coletilla definitiva? ¿Que los homosexuales se conforman con menos? En serio, podría desarrollar esto hasta el infinito, pero prefiero no hacerlo. No porque me dé miedo no ser políticamente correcto, sino porque me parece que ir por este camino es directamente un insulto. Un insulto a los que estáis leyendo esto, a los gays, a los heteros y a WordPress. “No es mala, es gay” me parece una de las sentencias más peligrosas e injustas que he leído últimamente. Y, como defensa de ‘Los Amantes Pasajeros’, patética y desesperada.

No se trata de buscarle las virtudes a la película, y mucho menos de inventárselas. Se trata de reconocer que ‘Los Amantes Pasajeros’ es penosa y que como Pedro Almodóvar siga por este camino, igual hay que quitarle el título oficioso de embajador cultural de España. O convencerle para que contrate a alguien que le ayude a escribir sus guiones. Necesita una segunda opinión, aunque sea la de un Furby. Alguien que no esté obligado a decirle que todo lo que escribe es genial y que todas sus películas son (al menos mientras están en la cartelera) obras maestras absolutas. Alguien que le diga “ese último diálogo que has escrito no vale nada”.

O, para que el tono no sea demasiado áspero, “ese último diálogo que has escrito no vale nada, maricón”.

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