Algo especial

Posted on 7 octubre, 2013

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A mí también me pasaba como a Bob Pop: cada vez que veía a Sandra Bullock en la pantalla de un cine no hacía más que desear que su personaje muriese. Dolorosamente. Que esto no ocurriese nunca (¿alguien ha visto morir a la Bullock en alguna película?) no servía más que para retroalimentar mi odio hacia la intérprete. Por eso, cuando viendo ‘Gravity’ me descubrí a mí mismo al borde de las lágrimas sufriendo por esa astronauta desesperada a la que interpreta Bullock, me di cuenta de que estaba viviendo algo especial.

“Algo especial”. No se me ocurre mejor definición para una película que está llamada a revolucionar, silenciosa pero tajantemente, el cine y, más concretamente, el cine en 3D. Utilizado como excusa para facturar películas que más que películas son videojuegos jugados por otros, este sistema adquiere con la película de Alfonso Cuarón entidad propia. El 3D es tan necesario en ‘Gravity’ como el technicolor en las películas de romanos. Y, a la vez, no es ni apabullante ni exhibicionista. ‘Gravity’ no es una sucesión de “planos guiñol” prefabricados, diseñados ex profeso para acentuar la sensación de profundidad. Tampoco, como lo fue ‘Avatar’ (de manera muy respetable, eso sí), una maximalista demo de los nuevos programas de fabricación de imágenes generadas digitalmente. Lo de Clooney y Bullock (se dice pronto: Clooney y Bullock) es, por primera vez en mucho tiempo, cine. Cine de verdad. Si lo queréis ver así, cine “del de siempre”. Y a la vez nuevo. Y bueno, muy bueno.

Porque aunque la historia que cuenta ‘Gravity’ caiga de lleno en lo convencional, la servidumbre de la imagen, tridimensional no por casualidad, al relato es modélica. Las imágenes de esta película son tan perfectas para la narrración que, finalmente, SON la narración. No hay nada más cinematográfico que eso. Convertir un argumento casi pueril en una experiencia visual inolvidable. Como hizo hace casi sesenta años (¡sesenta años!) ‘La Noche del Cazador’. O como no hizo James Cameron en ‘Avatar’. Porque no supo o porque, creo yo, no quiso. Lo suyo era otra cosa.

Que yo me emocione viendo a Sandra Bullock. Que mi madre se emocione viendo una estación espacial. Que el mundo entero escuche a un ingrávido George Clooney decir “deberías ver el sol sobre el Ganges’ y quiera contemplar con él tal prodigio. Eso consigue ‘Gravity’. Eso y, con suerte, un buen puñado de Oscars. Y taquilla suficiente como para que, a partir de ahora, los productores y directores de cine del mundo empiecen a pensar en el 3D no como un carísimo parque de atracciones visual con fecha de caducidad, sino como una manera de ganar, recuperar, maravillar y emocionar espectadores.

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