Eres pelín fea, Blancanieves

Posted on 14 junio, 2012

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La premisa de ‘Blancanieves y el Cazador’ es que Kristen Stewart es más guapa que Charlize Theron. Pues sí que empezamos bien. Fiable espejito el que le dice a la madrastra que ya no es la más bella del reino.

Luego lo intentan arreglar hablando de “pureza” y no de “belleza”, pero el daño ya está hecho y el espectador, deshecho. Aunque, dado que éste habrá entrado al cine para ver a Theron haciendo de villana excesiva, qué más dará lo que le pase al personaje de la señorita Stewart y a su violenta mandíbula.

Apuntándose a la peligrosa tendencia del cine hipermaximalista, ése que lo quiere dar todo y más, para todos y con de todo, ‘Blancanieves y el Cazador’ desperdicia un material fantástico y muy sugerente (todos los cuentos clásicos lo son), utilizándolo sólo como excusa para mostrar otro viaje épico incoherente de otro personaje vacío que termina en otra batalla sobredimensionada y otro duelo final carente por completo de emoción. Dado que hay pocas historias que se presten menos a lo épico que la de Blancanieves, no deja de tener su mérito que los guionistas y el director de ‘Blancanieves y el Cazador’ hayan podido convertirla en lo que la han convertido.

Porque pocas cosas quedan de la esencia de un relato que, como mandan los cánones del género, es tan básico como siniestro, tan lineal como lleno de segundas lecturas. Algunos momentos e imágenes icónicos del original (las visitas y disfraces sucesivos de la madrastra a la desconfiada Blancanieves, el ataud de cristal) se pierden, primero por la (siempre venenosa) influencia de la versión animada de Disney y luego por los caprichos de un Hollywood empeñado en que las cosas se muevan rápido, choquen y exploten. Que cada plano espectacular nos haga olvidar el anterior.

¿Y Charlize? Pues, como era esperable, diva y señora, histriónica y pasada de rosca. Lo que se le pide a una actriz ya consagrada y de belleza sobrenatural interpretando a una villana clásica. Con su vestuario imaginativo (que, aunque es de la gran Colleen Attwood, uno no puede evitar pensar en las maravillas que podría haber hecho Alexander McQueen), sus gritos y sus primeros planos. Evidentemente, se come a Kristen Stewart, la improbable estrella de la saga ‘Crepúsculo’, a la que sólo salva compartir escenas con Chris Hemsworth. Y es que, como ya escribí aquí una vez, el señor de Pataky no es que sea mal actor, es que parece salido de ‘Jersey Shore’. A su lado Naranjito es Vanessa Redgrave.

Como ésta no es ni la única ni la última adaptación del cuento de Blancanieves (y además es infinitamente mejor que esa aberración protagonizada por Julia Roberts y la hija cejuda de Phil Collins) sigo teniendo esperanza de que las Blancanieves futuras valgan la pena. No tanto la versión española, en blanco y negro y muda, de Pablo Berger y Maribel Verdú, sino las que antes o después vendrán en el futuro. Da un poco de pena pensar en lo que podrían haber hecho Neil Jordan o Cronenberg (si estuviesen en plena forma) con esta historia. Con sus metáforas, su triángulo amoroso y sus toques gore.

¿Y los siete enanitos? Ah, sí, los enanos. ¿Que sería de una ‘Blancanieves’ sin enanos? En ‘Blancanieves y el Cazador’ todo lo que han escatimado en talento actoral para la protagonista lo han desperdiciado en el lado enanil. Ojo a algunos de enanizados (digitalmente): Ian McShane, Bob Hoskins, Ray Wonstone y Toby Jones. Y Kristen Stewart de cabeza de cartel. El mundo se ha vuelto loco. Épicamente loco.

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