
Barcelona fue la capital cultural, la única moderna o, como le gusta mucho decir a mi madre, “la ciudad europea” de España allá por los años sesenta y setenta. Quizá también en los ochenta, sin disfrutar pero tampoco sufrir la sobrevalorada Movida madrileña. En los noventa llegaron los juegos olímpicos, la explosión Mariscal, los trajes grises con polos mostaza de Antonio Miró, la playa recuperada y dos nuevas horrendas torres, las de Montjuic y Collserola (Calatrava contra Foster, toma metáfora) a competir con ese entrañable horror arquitectónico que es la cima del Tibidabo. La ciudad cambió de milenio viviendo de rentas al tiempo que en toda Cataluña las política educativas y culturales (y globales) propias y en muchos casos perversas empezaban a dar sus primeros e inquietantes frutos. En un absurdo intento por compatibilizar la apertura total a todo lo que significase modernidad, ya viniese de fuera o de dentro, con la reivindicación de unos valores tradicionales y una cultura muchas veces semificticios, se terminó generando una sociedad esquizofrénica que buscaba un imposible punto de intersección entre la internacionalidad y la barretina, un lugar que en ocasiones parece considerarse a sí mismo como una mezcla de reserva natural para animales en peligro de extinción (el catalán, lo catalán, Cataluña, ¡Catalunya!) y un parque temático en el que los tópicos y los clichés, por caducos y grotescos que puedan ser, tienen todos hueco, razón de ser y derecho a subvención. Un país-concepto medio inventado por políticos con tanto complejo de inferioridad como delirios de grandeza. Tipos que intentan definir Cataluña como un ideal humillado, menospreciado y vejado. Humillado por ser especial, menospreciado por ser pequeño y vejado por ser mejor. Y en eso estamos ahora, en que algo hermoso y con infinito potencial se convierte frecuentemente en un chiste malo, a medio camino entre la aldea gala de Asterix y el palacio de ‘El Traje Nuevo del Emperador’. Barcelona no es la capital cultural, ni la única moderna (quizá ya ni siquiera es moderna), ni “la europea”. Ahora es la catalana, la catalana y la catalana. Y a mucha honra. Antes catalana que todo lo demás. Sólo catalana, lo demás no importa. Algunos, sin ser catalanes de nacimiento, la queremos y la consideramos nuestra casa, aunque constantemente otros se empeñen en decirnos muy discretamente que no lo será nunca, que nunca tendremos “això” que te hace apreciar realmente “la nostra terra” (“la seva terra”, más bien), aunque para pagar con nuestros impuestos líneas aéreas imperiales, campañas de promoción de la nada y ferias de todo lo catalanizable, sí que sirvamos. Amo Barcelona. Amo Cataluña. Esto me da mucha pena.
Bob Pop
28 enero, 2012
Amén
picatostesutd
28 enero, 2012
Has echo una valoración acertada, extrapolable también a «España para no españoles». Iberia también está subvencionada. Madrid tampoco es tan moderna como nos quieren hacer creer, también es la «ciudad» española para los españoles. «Lo nuestro» (español) es intocable y han inventado una irrealidad refiriendose a la Europa que nos desprecia, sea Francia o Alemania. No es un problema Catalán, Español, es un chovinismo existente en todas y cada una de las comunidades, sean naciones, estados, o la asociación de vecinos del barrio. El inventarse naciones que tienen el inicio de sus tiempos en la época de los dinosaurios y apropiarse de todo elemento «historico» no es un invento únicamente catalán.
Hacer una lectura del problema fijándote unicamente en Catalunya, me parece sesgar la realidad e impropio de ti.
Catalunya, como Barcelona, hay muchas, para todos los gustos y desde todas las ópticas. Errores los hay infinitos y subvenciones las hay a mansalva, para todos, incluidos los amigos de pupitre del algún ex-presidente español.
SuperCamara_
P.D: lee «la casta» y comprobarás lo que digo.
hadrian117
28 enero, 2012
Sustituyo los términos «catalana», «catalanes», «catalanizable», «Catalunya»… por «española», «españoles», «españolizable», «España!»… y compruebo que el artículo no sólo no se ve alterado sino que gana veracidad… incluso si los cambiamos por «francesa», «franceses», «francesable», «Francia» continúa teniendo todo el sentido.
Tengo la impresión que las comidas, música, personajes ficticios y reales, arquitectura,moda,etc, que son consideradas universales (no sólo Europeas), poseen origen y características circunscritas a territorios específicos, no surgen de la globalidad.
Personajes como el Quijote, platos como la pizza, el Big Ben, Wagner, el western, y en general todo lo que puede considerarse como común, tiene un origen local, sin ninguna pretensión ni vocación de convertirse en universales y sin embargo así ha ocurrido.
Quizá la apertura hacia el Mundo en general y hacia Europa en particular es una actitud mental personal, y no institucional, y en apertura mental nadie puede dar lecciones a nadie… y España…
Francisco
28 enero, 2012
En la provincia de Alicante hay pueblos donde se habla valenciano y otros donde sólo se habla castellano. Mi madre (de pueblo castellano parlante) empezó a salir con mi padre (valencianoparlante) y en el pueblo de mi padre ella era la «castellana fotuda» (la jodida castellana, para entendernos)
Gañanes, gañanes everywhere
comunicology
29 enero, 2012
Muy bueno y muy realista. Barcelona hace tiempo que dejó de ser la gran capital cutural generadora de contenidos en español para ser únicamente la capital de la cultura catalana a base de subvención para «fer pais».
hadrian117
29 enero, 2012
Lo que realmente se considera un «problema» en realidad es… el idioma, supongo que tienen que pasar muchos años para que en España se entienda, que en los distintos países que en el mundo son, no se hablan diferentes idiomas para hacer la puñeta a los españoles, sino que la gente habla el que le ha tocado, y tienen todo el derecho a poder vivir empleándolo.Todo el mundo que ha vivido en Barcelona sabe que hablando exclusivamente en español puede desarrollar su vida con normalidad, únicamente si tiene que realizar un trámite en la administración va a necesitar algún conocimiento del catalán y no demasiado exigente.Si por el contrario es el catalán el que es utilizado en exclusividad, va a tener muchas dificultades en hacerse entender en gran número de ámbitos, ¡en su propio país y en su propia lengua!, no tengo noticia de otro lugar en el mundo en el que se dé semejante situación.Claramente no es precisamente una solución equilibrada, y si lo que se persigue es el bilingüismo, sería interesante que los castellanoparlantes tuvieran ciertos conocimientos de catalán, ya que la inmensa mayoría de catalanoparlantes sí habla el español con normalidad.Esta es precisamente la realidad que no se quiere aceptar, es una herencia muy difícil de erradicar, me parece que sólo el tiempo lo conseguirá, pero no ocurrirá en un futuro cercano.
Esta situación es uno de los dos auténticos «problemas» de origen que producen este tipo de opiniones, el otro… la pertenencia o no pertenencia de Cataluña al Estado Español… mejor no tocarlo… ya que enciende pasiones e indignaciones por igual en ambas posiciones. Me parece que la gente que nos movemos por estos lares tenemos muchos intereses y aficiones en común y no es cuestión de encender nada.
Pd: Intentad vivir en Madrid, por poner un ejemplo de ciudad abierta a lo foráneo, con vocacion europeísta e internacional y tierra de acogida y amalgama de personas procedentes de otras provincias (curiosa palabra y curiosa etimología) del extraradio (curioso y egocéntrico concepto), en otro idioma que no sea el español, cualquiera, y ya nos contareís como ha ido la experiencia…
aitor
29 enero, 2012
Hay algunos, como el que opina arriba, que siguen sin enterarse de nada. Chapeau, Alberto.
matacan
21 febrero, 2012
Treinta años de Gobiernos nazionalsocialistas….tanto en el Ayuntamiento como en la Generalidad….han dejado Barcelona hecha «unos zorros»….aunque quizá sea exagerado calificarla de tercermundista.
La gestión de ese Anestesista…hoy Ministro de no se que… mas la ocupación del Gobierno regional por una cuadrilla de aventureros tripartitos…ha sido catastrofica y tiene a esa gran ciudad acogotada.