Air Yogur

Posted on 20 diciembre, 2011

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En algunos buscadores de vuelos, las compañías de bajo coste aparecen bajo una denominación genérica que impide saber su identidad real hasta que has pagado el billete y ya es tarde para echarse atrás. Ignoro si esto se hace porque se asume que todas las compañías low cost son básicamente lo mismo o, todo lo contrario, para evitar que algunas no sean jamás seleccionadas, presas de rumores (¡o noticias!) sobre sus deficiencias en materia de seguridad, higiene o educación.

Yo no recomiendo a nadie que compre un billete low cost en una de estas webs bazar que te demuestran que, efectivamente, la gran mayoría de las veces, es más barato volar con Lidl Airlines que con una compañía de toda la vida, pero que en cierto modo te hacen creer que el producto es en ambos casos el mismo, simplemente porque se vende en la misma tienda. Porque no es así.

El universo de compañías aéreas “baratas” (muchas comillas aquí, que a veces la regla no se cumple) es ya suficientemente amplio y maduro como para que haya clases y clases. No es paradójico, aunque lo parezca, que las reinas europeas de la categoría, las enormes Easyjet y Ryanair, destaquen tanto por facturación y crecimiento como por cutrez. Es obvio decir que en la aviación de bajo coste se cumple mucho más lo de que el qué más gana no es tanto el que más ingresa como el que menos gasta. Que el factor “aspiracional” de los viajes en avión está muerto y enterrado. Que menos es más, aunque para el pasajero menos sea siempre menos. Mucho menos.

Un vuelo low cost debe comprarse siempre en la web de la compañía aérea en cuestión. Así uno tiene, desde el comienzo de la gestión, de la sola idea de volar, una idea clara de qué tipo de empresa va a utilizar. Esas ofertas chillonas (y mentirosas) en gigantescos numerazos, ese abigarramiento, esa mezcla de HTML prehistórico, flash demencial y aberrante saturación cromática… Esa “estética supermercado” le pone a uno en “modo producto de supermercado” y le prepara para ser tratado como un pack de seis yogures de marca blanca, maltratados por el reponedor de turno. ¿Que revienta uno? No se queje señora, que aún tiene cinco, y a este precio aún le compensa. Y apártese, que no me deja trabajar. Había escrito “y apártese, por favor”, pero he quitado el “por favor” porque no quedaba realista, no quedaba low cost.

Si eres consciente de lo que eres para estas empresas -el pack de yogures, una lata de anchoas, galletas sin nombre-, sufres menos. Si tus únicas expectativas son que el avión tenga dos alas, que el piloto no se equivoque de botón y que la azafata no se tire un pedo en tu cara (y/o que ese día no haya comido en Taco Bell), tu easyvuelo será más… easy. Si no, si llegas al aeropuerto con la idea de que viajar en avión es viajar en avión y punto, que no hay diferencias ni clases, te llevarás sorpresas. Y disgustos. Y lo mismo hasta una hostia intentando acceder al avión. Porque uno asume que todos tendremos un asiento, por estrecho que sea, en la aeronave, pero viendo este nivel de codazos y empujones, empieza a pensar que no, que el “marica el último” ahora es “de pie el último” o “en tierra el último”. O “yogur el último”. Yogur reventado.

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