Yo (no) quiero ser un chico Abercrombie & Fitch

Posted on 8 diciembre, 2011

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“Yo quiero ser ese chico sin camiseta que doma caballos. O aquel que cambia una rueda enseñando medio culo”. Ésa es la idea que Abercrombie & Fitch intenta insertar en nuestros impresionables (y simples) cerebros masculinos.

Quiere que veamos los cuerpos estupendos y juveniles de sus campañas publicitarias y su personal de tienda y elevemos a prioridad número uno en nuestras tristes (y simples) vidas masculinas el tener ese aspecto y, gracias a él, una vida idea de aventura country y porcentaje de grasa corporal mínimo. Que deseemos desesperadamente ser jóvenes y cachas, lampiños y campestres, asexuales y lascivos, auténticos y completamente falsos. Y, como consecuencia post-compra, quiere que nos sintamos como las mujeres cuando se prueban el corsé de Victoria’s Secret que han comprado por internet, en pleno ataque de euforia Visa y autoengaño Paypal, y descubren que no son Gisele Bündchen.

Gracias a Abercrombie queremos que nos devuelvan el dinero o, si es posible (que no lo es), el sentido común. Por culpa de Fitch notamos que el suelo cede bajo nuestro (excesivo) peso, que la cintura del pantalón nos aprieta y que por encima de ella rebosa (palabra correcta: rebosa) algo que siempre se ha llamado lorza pero que ahora se llama “retención de líquidos”, concretamente desde que una vendedora de Sephora lo bautizó así para colocarnos una crema reductora que, según todos los estudios, es desde hace años uno de los cosméticos masculinos más vendidos. Esa crema que el chico Abercrombie & Fitch no necesita pero que el hombre de la calle compra a escondidas. (SIGUE)

(LEE EL TEXTO COMPLETO AQUÍ)

 

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