La Espert: exhibicionismo y talento

Posted on 19 octubre, 2011

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No tengo muy claro hasta qué punto tiene sentido que una actriz se pase casi hora y media en escena declamando sin parar, sola, interpretando ella los cuatro papeles (más un narrador, más a ella misma) de un texto que, por muy Shakespeare que sea, no deja de ser menor. Lo que sí tengo clarísimo es que hacerlo es el equivalente escénico de correr tres maratones seguidas. A oscuras y con tacones. Y con setenta y seis años.

Núria Espert no es santo de mi devoción. Me cuesta ver más allá de La Espert y creerme los personajes que interpreta. Su status de gran dama de la escena me estorba, se interpone entre el texto y yo. Siempre. En ‘La Violación de Lucrecia’ nunca dejo de verla a ella, por mucho que la mujer intente convencerme de que es el libidinoso Tarquino o la Lucrecia mancillada. Y sin embargo me paso toda la representación maravillado ante la capacidad de concentración, memorización y manejo dramático de la que es sin duda una de las actrices de teatro imprescindibles de este país, si no del mundo.

Me asaltan las dudas, eso sí, de si este espectáculo es necesario, más allá del exhibicionismo de las indiscutibles y superlativas cualidades de su estrella y de los muchos aciertos de su director, el lanzadísimo y talentoso Miguel del Arco. No sé hasta qué punto la demostración, a veces casi obscena, de la técnica y la experiencia de Núria Espert aporta algo. Ese “mirad lo que sé hacer, maravillaos” que es ‘La Violación de Lucrecia’ me confunde y me descoloca.

Pero me levanto y aplaudo como el que más. Porque lo que hace La Espert es una jodida proeza.

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